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Exclusivo de NOVA

Matías Montanaro: La crónica de un artista que reinventó su vida entre el café y los pinceles

Matías Montanaro en su tostadero Bendito Café, donde los granos de especialidad se mezclan con su pasión creativa.
Charlotte Caniggia posa junto a uno de sus retratos intervencionistas, técnica que lo hizo famoso entre las celebridades.
Matías supervisa el proceso de tueste, donde cada grano debe conservar las notas de cata que lo hacen único.
Neuquén es el lugar en el mundo de Matías y por eso nunca deja de representarlo con su arte.
Matías en lo más alto de la farándula argentina, posa junto a Marcelo Tinelli con una de sus obras.

La historia de Matías Montanaro podría comenzar en cualquier momento de los últimos años, pero tiene sus raíces en Neuquén, en esa tierra de vientos fuertes y sueños aún más poderosos. Nacido y criado en la provincia, Matías siempre tuvo esa mezcla de inquietud y determinación que lo llevó a probar suerte en distintos rubros antes de encontrar su verdadera pasión: el arte. Pero no se trata solo de pintura, porque en su vida nada es lineal. Hubo crisis, reinvenciones y un café que lo cambió todo.

Todo empezó, como suelen empezar estas cosas, casi por casualidad. Matías jamás se había imaginado con un pincel en la mano hasta que Irene Mosiuk, una artista y amiga de la familia, lo invitó a su taller. "Nunca había pintado en mi vida", confiesa, pero algo hizo click. Quizás fue la libertad del lienzo en blanco, la posibilidad de crear sin límites, o simplemente el descubrimiento de que tenía un talento que desconocía. Lo cierto es que, en poco tiempo, pasó de ser un novato a desarrollar un estilo propio: el intervencionismo, una técnica que mezcla lo figurativo con lo abstracto, capturando no solo el rostro de sus retratados, sino también su esencia.

Fue así como, casi sin buscarlo, se convirtió en el artista de las celebridades. Todo comenzó con un retrato de Pampita, que le abrió las puertas de un mundo que hasta entonces le parecía lejano. "Las redes sociales fueron clave", admite. Con cada publicación, más famosos se interesaron en su obra: Charlotte Caniggia, Santiago del Moro, Vicky Xipolitakis y hasta Mirko, el hijo de Marley, terminaron con cuadros suyos en sus casas. Las invitaciones a programas de televisión no tardaron en llegar, y pronto su nombre resonó más allá de Neuquén.

Pero la vida tiene sus giros, y en medio del éxito artístico, Matías enfrentó una crisis laboral. Terminó un contrato y se encontró en esa encrucijada que tantos conocen: seguir buscando seguridad o arriesgarse una vez más. Fue entonces cuando recordó su primer emprendimiento, un pequeño café que había abierto años atrás. "El café siempre está presente en lo bueno o en lo malo", dice. "Es ese momento en el que la gente se junta para hablar, para reconciliarse, para celebrar". Con esa idea en mente, nació Bendito Café, el primer tostadero de café especialidad de Neuquén.

El lugar, ubicado cerca del río Limay, es mucho más que un local. Es un espacio donde el arte y el café se funden. Al entrar, los aromas de chocolate, mandarina y almendras tostadas envuelven al visitante, mientras las obras de Matías cuelgan entre sacos de granos verdes y máquinas relucientes. Detrás de cada taza hay un proceso cuidadoso: los granos llegan desde fincas de Brasil, Colombia, Guatemala y Bolivia, todas certificadas por la Specialty Coffee Association (SCA), que garantiza no sólo calidad, sino también condiciones laborales justas. "La misión del tostador es no arruinar lo que hizo el caficultor", explica. "Si al tomar sentís humo o caucho, algo falló".

El proyecto no tardó en ganar reconocimiento. Hace poco más de un mes, Bendito Café recibió el sello de calidad neuquina, un espaldarazo que lo posicionó como un producto local de excelencia. Hoy, su café se sirve en hosterías de la provincia y hay planes para convertirlo en un punto turístico. "Amo Neuquén y quiero que esto crezca aquí", dice con orgullo.

Mientras el tostadero avanza, Matías no abandona el arte. Sigue pintando, sigue creando, porque para él ambas pasiones están conectadas. "Descubrí que tostar café también es un arte", reflexiona. Próximamente, planea abrir una escuela para baristas, cerrando así el círculo que une al productor con la taza.

En el fondo, su historia es la de un hombre que nunca se conformó, que supo reinventarse una y otra vez sin perder de vista sus raíces. Neuquén lo vio nacer, lo vio convertirse en artista, lo vio caer y levantarse. Y hoy, mientras sus cuadros cuelgan en casas de famosos y su café conquista paladares, Matías sigue aquí, en su tierra, construyendo algo que trasciende lo comercial: un legado hecho de pinceladas y granos tostados, de arte y oficio, de pasión y perseverancia.

Porque al final, como dice esa frase pintada en la pared de Bendito Café, el arte también se toma. Y Matías Montanaro lo sabe mejor que nadie.

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