La prosa del Oeste: historias y poesía del barrio San Lorenzo



El oeste neuquino de principios de los 2000 tenía su propio relato: el que dibujaban los titulares de la época. Entre crónicas urgentes y páginas policiales, el barrio San Lorenzo aparecía día tras día en la prensa amarillista, construyendo un escenario de violencia barrial y delincuencia.
Allí vivió, por un par de años, Raúl Mansilla, docente, investigador, histórico y escritor, quien vio en esas vivencias la posibilidad de darles pluma y relatar lo que él mismo había experimentado, y lo hizo desde la prosa poética.
El resultado es su reciente libro La Física en el Barrio San Lorenzo, que vuelve a ese tiempo para contarlo con otra voz: la que nace de la memoria y de las calles que conoció de cerca.
Mansilla recuerda al barrio como un lugar que se sentía tenso, donde cada calle parecía guardar una historia difícil.
No obstante, si bien “había miedo, confiesa, también había gente que caminaba y estaba ahí, resistiendo el día a día”. Para él, leer los diarios de ese tiempo reflejaba “un barrio bravo”, pero detrás de esos titulares había un lugar con historias cotidianas, donde “las voces no se callaban” y las calles guardaban la memoria de quienes, a pesar de todo, seguían soñando.
El escritor, oriundo de Comodoro Rivadavia, recuerda su llegada a Neuquén, a sus 22 años, como una historia de azar y búsqueda. Después de vivir en Brasil, escapando de la dureza de la dictadura y de un servicio militar que lo llevó a la cordillera de los Andes durante el conflicto con Chile en 1978, regresó sin un rumbo claro.
“Llegué ahí a la rotonda de Cipolletti y me vine caminando por el puente sin nada. Sin nada, solamente con los puestos”, cuenta.
Sin saber exactamente dónde estaban sus padres, apenas sabía que vivían cerca del río Limay. La incertidumbre lo llevó a “golpear puertas” hasta encontrarlos en lo que hoy es el barrio Don Bosco II, dando inicio a una nueva vida en Neuquén, desde hace casi cuatro décadas.
Pero Mansilla no solo es escritor poético, también ha llevado adelante investigaciones históricas que tienen que ver con Neuquén, pero también con toda la Patagonia.
Actualmente, dicta un curso de capacitación docente sobre la historia patagónica, que abarca tanto la argentina como la chilena. “Considero que es un lugar que no ha sido tomado en su totalidad, o no se toma como se debiera. La historia de la Patagonia no es nueva, es bastante antigua, y aquí pasaron muchísimas cosas”, explica.
Aclara que esta línea de investigación corre en paralelo con su literatura. Forma parte de un grupo que estudia la vida de Juan Benigar, un políglota, lingüista e historiador esloveno-croata que llegó a la región en 1908 y vivió en Aluminé.
Además, ha indagado sobre la causa Malvinas, fundamentalmente el desembarco en las Islas Georgias y la historia del soldado Águila, un neuquino de Picún Leufú fallecido en ese conflicto. “Ya publicamos un libro sobre Benigar hace tres años, y estamos por sacar otro ahora. En cuanto a las Georgias, di varias charlas y participé en un documental que se emitió recientemente en CineAR”, comentó.
Entre relatos y algoritmos: la literatura en tiempos de inteligencia artificial
Raúl Mansilla lleva años reflexionando sobre los géneros y asegura que su objetivo es “una especie de destrucción de las etiquetas”. Para él, “la prosa es el arte de narrar, y la poesía es algo más, donde el lenguaje se comprime y se ajusta mucho más”.
Esa combinación entre narración y poesía es la que intenta reflejar en su obra actual, una fusión que busca ofrecer una experiencia lectora más amplia y profunda.
Cuando se le pregunta qué significa todo esto para él, responde con convicción: “La literatura es una expresión muy antigua de lo humano. La poesía, en particular, es lo que me mueve y motiva; siempre me gustó escribir y leer”. La define como “el termostato que regula el mundo”, un espacio intangible y resistente a las lógicas del mercado, un refugio donde lo mercantil no puede entrar.
Mansilla reconoce que los hábitos de lectura han cambiado y “han mermado un poco”, aunque subraya que, así como el libro físico no desapareció con la llegada del formato digital, el interés por la palabra sigue vivo.
Además, se muestra abierto a los avances tecnológicos y cuenta cómo emplea la inteligencia artificial para facilitar su trabajo: “La IA te ayuda a investigar, a sintetizar información, y eso es un avance humano fundamental que agradezco”.
Por último, advierte sobre los riesgos que implica el dominio de las imágenes y las pantallas en la vida cotidiana.
“El video fácil y la imagen provocan una lesión; pronto habrá que atender la problemática de la adicción a las pantallas”, dijo. A pesar de esos desafíos, Mansilla aprovecha la tecnología como herramienta, sin perder el foco en la creación propia y en mantener viva su pasión por la historia y la literatura.