Panorama Político de Neuquén
El escenario

Figueroa reconstruye el peronismo desde el Gobierno y deja en evidencia el agotamiento de Parrilli y Martínez

El gobernador neuquino Rolando Figueroa. (Dibujo: NOVA)

Con una gestión que pone al Estado en el centro de la escena y un proyecto político que respeta la identidad neuquina, Rolando Figueroa se ha convertido en el verdadero articulador del nuevo peronismo.

Mientras tanto, las conducciones tradicionales del PJ, encabezadas por Oscar Parrilli y Darío Martínez, se alejan cada vez más del territorio y de la militancia.

La escena política del peronismo neuquino cambió de manera contundente. Ya no se trata de internas partidarias libradas en cafés céntricos ni de listas cerradas en oficinas porteñas.

Hoy, el peronismo que se reorganiza en Neuquén lo hace desde el territorio, con gestión y responsabilidad política concreta, y tiene un nombre claro detrás: Rolando Figueroa.

El acto del pasado sábado 26 de abril en Mariano Moreno, que reunió a más de 1500 militantes, intendentes, sindicalistas, lonkos y referentes sociales, fue mucho más que una muestra de apoyo. Fue la confirmación de que el verdadero proceso de reconstrucción del peronismo provincial no se está dando dentro del Partido Justicialista oficial, sino desde el propio Gobierno de la provincia.

A diferencia del viejo esquema liderado por Oscar Parrilli y Darío Martínez, aferrado a estructuras burocráticas, nombres repetidos y lógica de rosca, Figueroa apuesta a un modelo de participación real y de compromiso con la comunidad.

“La neuquinidad es peronista”, dijeron varios oradores durante el acto. Pero la frase es más que una consigna: sintetiza una decisión política de volver a enraizar al peronismo en la vida real de los neuquinos.

Mientras el país entero sufre las consecuencias del ajuste nacional, Figueroa avanza con un modelo que sostiene la obra pública, defiende la educación con becas provinciales y fortalece las herramientas del Estado para garantizar equidad. Y es desde ese hacer que logra lo que los históricos del PJ no pudieron en años: devolverle legitimidad y sentido al peronismo neuquino.

Una conducción agotada y sin territorio

La figura de Oscar Parrilli, hoy más interesado en las disputas palaciegas de Buenos Aires que en la realidad provincial, quedó desdibujada. Sus declaraciones recientes intentando minimizar el encuentro de Mariano Moreno revelan el desconcierto de un sector que ya no interpreta al pueblo que dice representar.

Más que liderazgo, lo que encarna Parrilli es nostalgia; más que política, es resistencia al cambio.

Darío Martínez, por su parte, arrastra el desgaste de una gestión nacional que fracasó en sus propias promesas. Su paso como secretario de Energía terminó en la nada, con conflictos sin resolver y una provincia (eminentemente productora de energía) que nunca fue defendida con firmeza ante el centralismo porteño.

Hoy, aferrado a su cargo en la legislatura neuquina, intenta mantener un liderazgo que ya no tiene eco ni entre los suyos.

Ambos comparten una característica: no pisan el territorio, no recorren los barrios, no entienden la nueva agenda social y económica. Se aferran a un modelo de conducción verticalista, desactualizado, que ve en la política una maquinaria para el control partidario antes que una herramienta de transformación.

En contraste, el gobierno de Figueroa logró lo impensado: unificar bajo una propuesta concreta a amplios sectores del justicialismo, sin apelar al sello ni a la liturgia de siempre. Dirigentes como Tanya Bertoldi, Lorena Barabini, Marcelo Zúñiga y Ana Servidio reconocen en su gestión un modelo compatible con los principios históricos del peronismo: justicia social, movilidad ascendente y presencia activa del Estado.

Figueroa no pide obediencia partidaria. Pide compromiso con la provincia. Su llamado a “ser cada vez más peronistas para tener poder y defender Neuquén” no es una frase para la tribuna: es una línea de acción.

En un contexto de motosierra nacional, el peronismo que se reorganiza alrededor del Gobierno provincial elige construir, no resistir con slogans vacíos.

Este nuevo escenario también entierra definitivamente la política de los apellidos heredados. El “club de amigos” del PJ neuquino, que por años bloqueó la renovación interna, enfrenta hoy un ciclo cumplido. El acto en Mariano Moreno fue el certificado de defunción de ese peronismo sin pueblo.

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