Perfiles Urbanos
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VIDEO | Marta Argentina Claleo: el alma rural de la provincia

“Siempre hay que tirar todos juntos”. Marta Claleo en Santo Domingo, donde nació, cría animales y construye comunidad.
Claleo recibiendo el premio “Lía Encalada” en la Facultad de Agronomía de la UBA.
Refugio y agua: derechos básicos. Marta fue impulsora de obras fundamentales para crianceros del norte neuquino.
“Somos valiosas por todo lo que hacemos”. La voz clara de Marta frente a cientos de mujeres que la escucharon.
Del arreo al escenario: Marta Claleo recibió un reconocimiento nacional por su trayectoria, pero su aplauso más profundo sigue siendo el del viento cordillerano.

Marta Argentina Claleo nació y se crió en Santo Domingo, un paraje inhóspito del Alto Neuquén, donde el viento es más constante que la señal de celular. Tiene 53 años, es criancera, trashumante, madre, trabajadora escolar y dirigente rural. Pero, sobre todo, es el rostro de una forma de vida que persiste en los márgenes, lejos de las luces de la ciudad y de los discursos oficiales.

Hija de crianceros, heredó el andar trashumante de sus padres, esa práctica ancestral que implica trasladar ganado desde las veranadas cordilleranas hasta los campos de invierno, en una travesía que dura días y exige tanto al cuerpo como al espíritu. “Tenemos siete días para llegar. Hacemos el arreo a caballo, dormimos en los recados, soportamos vientos, lluvias, y a veces tenemos que escarbar para buscar agua para nosotros y nuestros animales”, describe con la naturalidad de quien ha hecho de lo extraordinario una rutina.

La trashumancia no es solo una técnica de manejo ganadero: es una cultura, una ética, un modo de leer la tierra y el clima. Marta lo sabe desde siempre, y lo transmite sin alardes, con esa sabiduría que se aprende al calor del fogón o al ritmo del caballo. No solo cría animales; también trabaja como auxiliar de servicio en la escuela de Santo Domingo y preside la asociación civil Nueva Esperanza, que reúne a crianceros de Portezuelo, Barda Negra, Cerro Bandera, Santo Domingo y Covunco Abajo.

Desde allí impulsa mejoras concretas: participó activamente en la comisión “Huella de Arreo”, prevista por la Ley Provincial de Trashumancia. Gracias a ese trabajo, se construyeron refugios, tanques de agua y otras infraestructuras esenciales para quienes viven del pastoreo y del movimiento.

A diferencia de tantos relatos donde las mujeres rurales aparecen como acompañantes, Marta lidera, propone y convoca. “Siempre les digo a los chicos que me acompañan que estoy esperando que alguno de ellos pueda llegar a reemplazarme. Que se ponga al frente y que no tengan miedo. Para conseguir algo hay que juntarse y tirar todos juntos”, afirma.

En marzo del año pasado, recibió una mención especial en los premios “Lía Encalada”, organizados por la asociación Mujeres de la Ruralidad Argentina. La ceremonia fue en Buenos Aires, pero su historia se cuenta mejor entre los vientos secos de la cordillera, en los amaneceres fríos del Cajón de Peñaloza, o en los arreos que conectan estaciones y generaciones. La distinción —más simbólica que material— fue una forma de decirle “te vemos” a una vida muchas veces invisibilizada.

Cuando le tocó hablar en el evento, Marta no habló de sí misma. Habló de todas. “Quiero decirles a las mujeres que somos libres. Tenemos que seguir siendo valiosas, que no lo somos solo por ser mujeres y madres, sino por todo lo que podemos hacer”, dijo con la voz de quien está más habituada al viento que al micrófono, pero con una convicción que desarma cualquier solemnidad.

Volvió a su casa sin estridencias ni selfies, con la sobriedad de siempre y la alegría íntima de saberse escuchada. En tiempos de desencanto, su figura encarna algo esencial: lo que permanece. Marta Claleo no representa una excepción, sino una trama de vida colectiva que sostiene la ruralidad neuquina con trabajo silencioso y con una claridad ética que no necesita discursos. Su andar trashumante —tan antiguo como la tierra misma— deja huellas que otras (y otros) seguirán. Porque hay futuro cuando se camina en comunidad.

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