Perfiles Urbanos
Obrero y gestor cultural

Néstor David Rosas: entre la memoria, la música y el viento del sur

Néstor David Rosas, neuquino, electricista y gestor cultural, repasó su vida entre la música, la memoria y el compromiso social.
Tenía estrecha relación con el historiador Osvaldo Bayer.
“La cultura no es un adorno, es resistencia y encuentro”, afirma Rosas, quien sigue proyectando iniciativas aún en su jubilación.

Por momentos, hablar con Néstor David Rosas es como abrir una ventana al viento patagónico. Su voz se mueve con calma, con mucha serenidad, sin apuro, siempre con la pausa necesaria, entre los recuerdos de una vida de trabajo y los acordes de una guitarra que lo acompaña desde que tiene memoria.

Nació en Neuquén, y si tuviera que definirse lo haría con la simpleza de quien no busca títulos ni etiquetas: “Me defino como un obrero, como un trabajador profesional dentro de mis estudios y después un gestor cultural”, dice, sin pretensiones, aunque detrás de esa frase se esconden más de seis décadas de historias, trabajo, militancia, música y compromiso cultural.

Un recorrido que contó amenamente en diálogo con este medio y que incluye además su experiencia en el servicio militar, su mirada sobre Malvinas, su estrecha relación con el historiador Osvaldo Bayer y las charlas sobre la historia, la memoria y la música.

Como neuquino egresado de la escuela técnica, Rosas se formó en la ENET 1, donde se recibió de técnico electromecánico. Su vida parecía encaminarse al mundo de los cables, los generadores y las torres de alta tensión.

Y así fue: trabajó 36 años en el sector energético, primero en Hidronor y luego en Transener, empresa que heredó las líneas de transmisión tras la ola privatizadora de los años noventa. La electricidad lo acompañó durante toda su vida laboral, pero la corriente que también lo movilizó fue otra: la que nace de la cultura y la memoria.

Su historia con la música comenzó en la primaria. “De muy chiquito, mi viejo tocaba la guitarra… me regaló una guitarra de muy chiquito”, recuerda. Dicho instrumento hoy lo heredó su hijo Camilo.

En su juventud formó un grupo con compañeros: “Tocábamos folclore… el bombo lo tocaba otro compañero”. Más tarde llegó el rock con el advenimiento de los Beatles y destacó al Flaco Spinetta por sobre el resto. “Si bien el rock me abrió la cabeza, tuve un retorno al folclore. La música es hermosa en cualquiera de los géneros”, dice.

Rosas descubrió en la radio una forma especial de conectar con la comunidad. “Estuve como colaborador en algunos programas en la Radio Universidad de Neuquén… era parte de algunos de los programas que se hicieron. Es algo que siempre me gustó”, recuerda, y sigue con la mirada puesta en el aire: “Siempre me atrajo… en la producción, en pautar algo, colaborar con eso. Me han invitado a algunos programas últimamente”.

En tiempos de dictadura, Rosas vivió lo que muchos artistas de su generación en relación con el arte: la censura y el miedo. “Nos prohibían pasar música en inglés”, pero esto alentó que la música argentina, y sobre todo el rock, explotara y fuera un “boom”, rememora el entrevistado.

En esos años, Néstor David Rosas estaba cumpliendo el servicio militar y, aunque zafó de ir al frente de batalla, la guerra dejó una marca imborrable. “Tenía 19 años en ese entonces, tenía un razonamiento y todos los sueños ahí fresquitos, todos esperándome… y yo me enteraba de lo que iba pasando allá. Y te lo describo así: era una carnicería, entonces yo no quería meterme en esa carnicería”, recuerda.

Además, en su rol de electricista en la Marina, Rosas pudo acceder a información que muchos otros soldados no tenían y comprendió que la realidad era muy distinta a la propaganda oficial. “Afuera teníamos toda esa campaña triunfalista, del ‘vamos ganando’ y demás, que eran todas mentiras”, dice, recordando la contradicción entre lo imaginario y lo real.

Entre esos recuerdos dolorosos, algunos de sus compañeros fueron enviados al sur y no todos regresaron. Uno de ellos fue un sobreviviente del hundimiento del ARA General Belgrano, que quedó profundamente grabado en su memoria. “Estuvo casi 40 horas arriba de una balsa sobreviviendo al frío, una locura. Compañeros en la balsa murieron de frío”, relata Rosas, evocando una tragedia tan real como devastadora, al mejor estilo Titanic, pero esta vez no era de película, sino en la vida real.

Patagonia de Fuego: cuando la historia se vuelve canción

La historia de La Patagonia Rebelde sigue siendo una herida abierta en el sur argentino. A comienzos de la década de 1920, miles de trabajadores rurales se levantaron en huelga en Santa Cruz para reclamar mejores condiciones laborales. La respuesta fue una de las represiones más sangrientas de la historia nacional: más de mil peones fueron fusilados por órdenes del Ejército Argentino.

Durante años, el silencio cubrió aquella tragedia, hasta que el periodista e historiador Osvaldo Bayer rescató los hechos en su monumental investigación Los vengadores de la Patagonia trágica, publicada en los años sesenta. Posteriormente, en 1974, un film llevó esa historia al gran público y reveló con crudeza la magnitud del crimen social cometido en el sur, y fue prohibido meses después del golpe militar de 1976. Aun así, su mensaje resistió: las voces silenciadas comenzaron a tener eco en las nuevas generaciones de artistas, docentes y militantes culturales.

Entre ellos estuvo Sergio Castro, compositor de las cantatas sobre La Patagonia de Fuego, como el autor las denominó. Una obra que busca mantener viva la memoria de los peones fusilados durante la represión en Santa Cruz a principios del siglo XX. Estas cantatas combinaban narración y música, y se presentaban en municipios y espacios culturales con el objetivo de acercar la historia a nuevas generaciones.

David se sumó al proyecto desde un lugar estrictamente cultural y organizativo, sin formar parte del grupo musical. Entre 2002 y 2012 trabajó estrechamente con Castro en la difusión.

“Lo artístico me gustó muchísimo. Sergio quería seguir haciendo presentaciones y como yo andaba en ese ambiente, me convoca para trabajar con él. Me hacía de asistente: organizar funciones, hacer prensa, viajar con él”, detalló. Todo esto lo hacía al margen de su trabajo formal, comprometido con que la obra pudiera llegar a más públicos.

El primer gran desafío fue organizar una función en el aula magna de la Universidad de Neuquén, donde David comenzó su rol como asistente y gestor. Con el tiempo, se sumó Gustavo Echegaray para realizar los relatos de la cantata, mientras que David se encargaba de disparar las pistas musicales para que Castro tocara la guitarra y cantara en vivo.

La primera conexión con Osvaldo Bayer surgió gracias a Echegaray, quien lo invitó a presenciar la cantata en 2003, en el auditorio del Hotel Bauen de Buenos Aires. David fue quien recibió a Bayer en ese primer encuentro, y desde entonces se consolidó una relación de trabajo y amistad con el historiador.

A lo largo de los años, Bayer participó activamente en las presentaciones, agregando relatos sobre episodios históricos como el de Facón Grande y las Catalanas, mujeres que enfrentaron a los militares de manera simbólica y revolucionaria.

Las giras incluyeron numerosos viajes por la Argentina, y la colaboración se extendió incluso a la incorporación de imágenes de la película La Patagonia Rebelde, enriqueciendo las funciones con proyecciones que acompañaban los relatos y la música.

David recuerda también la cercanía y sencillez de Bayer durante los viajes y horas muertas entre funciones: desde largas rutas en auto hasta cafés y almuerzos compartidos, donde el historiador se mostraba activo, curioso y humano, siempre dispuesto a conversar y compartir anécdotas.

La última interacción entre David y Bayer fue a fines de 2011 o principios de 2012, durante una actividad en Neuquén, donde ambos rememoraron las experiencias de tantos años de giras y trabajo conjunto.

El recorrido con Castro y Bayer dejó a David una profunda huella personal. “Fue una experiencia muy linda, de muchos años, jamás soñada por mí. Jamás me imaginé que iba a poder estar en los lugares con la gente que he estado y en los lugares que he estado. En ese sentido, siempre digo que soy un privilegiado”, sostuvo.

El vínculo con Bayer también tuvo momentos profundamente humanos. Tras la trágica muerte de su nieto Bruno en Italia, David le envió un correo expresando su apoyo. Meses después, durante una gira de la cantata en Puerto Santa Cruz, Bayer se acercó directamente, lo abrazó y le agradeció personalmente: “Gracias por tu saludo”. Ese gesto quedó grabado a fuego en la memoria de David, recordándole la humanidad y cercanía que siempre distinguieron al historiador, incluso en medio de la tragedia.

A lo largo de su vida, Néstor David Rosas construyó un camino atravesado por la cultura, la memoria y el trabajo. Desde los escenarios escolares hasta las giras con las cantatas patagónicas; cerca de los micrófonos de la radio universitaria, su historia está marcada por la constancia y el compromiso. Siempre detrás, organizando, empujando, sosteniendo, convencido de que la cultura no es un adorno, sino una forma de resistencia y de encuentro.

Hoy, ya jubilado, Rosas sigue pensando proyectos, soñando nuevas formas de hacer y compartir. Lo mueve la misma energía que lo acompañó toda la vida: la de quien entiende que cada historia contada, cada canción y cada gesto de memoria son una manera de seguir encendiendo luces en medio del viento patagónico.

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