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VIDEO | Verónica Padín: cuando la poesía dialoga con otras artes

Verónica es docente, poeta y exploradora del sonido.

Desde tiempos antiguos, el teatro ha recurrido al poder del sonido para amplificar las emociones y transportar al público a mundos imaginarios. En las tragedias griegas, los coros y los instrumentos de viento marcaban el pulso de la acción, mientras que en el teatro medieval las campanas, tambores y cánticos servían para anunciar lo sagrado o lo profano.

Pero más allá de los recursos sonoros, lo esencial era la escena popular: las representaciones se desplegaban en calles y plazas, frente a un público diverso que se reunía en torno a los actores. Los niños miraban asombrados aquellas historias de santos, reyes o demonios que, entre música y gritos, hacían vibrar la vida cotidiana. Era un teatro de comunidad, espontáneo y sensorial, donde el sonido no solo acompañaba, sino que creaba la experiencia.

De esa tradición callejera nacería también el arte del títere, como una prolongación del gesto y la voz del actor. Sus raíces se remontan a la Antigüedad —con registros en Grecia y tradiciones muy antiguas en Egipto, China e India—; en Europa, durante siglos, florecieron como espectáculo popular e itinerante en ferias y plazas. Eran versiones en miniatura del teatro “grande”: contaban milagros, romances o sátiras con humor y picardía, acompañadas por música, risas y el bullicio del público. El titiritero, narrador itinerante, condensaba en su arte la palabra, el sonido y el movimiento, despertando la imaginación colectiva.

Ya en el Siglo XX, quizás esa derivación de la palabra y el sonido fue el germen de una teatralidad que alcanzaría su apogeo con el radioteatro —en los años 20–40— cuando las escenas no se veían, sino que se escuchaban. En ese tránsito —de la plaza medieval al estudio de radio—, el sonido pasó de acompañar la acción a ser el protagonista absoluto. Y aunque en la actualidad esa magia sonora parezca haberse diluido entre pantallas, algoritmos y redes sociales, su esencia resiste: la capacidad de crear una escena para el oído, de conmover y narrar desde lo invisible.

De ese recorrido histórico hasta la actualidad, el arte sonoro sigue reinventando sus formas de expresión. En Neuquén, esa tradición se mantiene viva en la labor de titiriteros, dramaturgos y poetas locales. Entre ellos se destaca Verónica Padín, docente, poeta y exploradora del arte sonoro.

“Yo escribo poesía, y poesía expandida, porque produje video-poesía, poesía sonora; también, con un músico hicimos un monólogo sonoro que presentamos en varios lugares durante un par de años”, cuenta, y en esa frase se condensa buena parte de su camino artístico. Padín no se limita a escribir: experimenta con el sonido como materia poética, y lo hace desde Neuquén, su territorio afectivo y político. “Soy maestra, fui muchos años maestra de primaria y también estudié profesorado en letras”, agrega.

De esa mezcla entre educación, poesía y compromiso social nacen obras que desbordan los formatos. La reciente pieza “Ninyera, derrotero de una venganza”, estrenada en El Arrimadero, es un claro ejemplo de ese cruce de lenguajes.

“Es una comedia, y actúan Fernando Ávila, que es dramaturgo y titiritero; Gladys Cáceres, que también es titiritera; y ‘Chiro’ Durán, que es músico. Yo vengo del palo de la poesía”, explica. El grupo propone un radioteatro en vivo, con micrófonos, instrumentos y objetos que generan sonidos, para que el público “sobre todo escuche”.

“No actuamos con el cuerpo”, aclara Padín, “porque es un radioteatro en vivo… estamos sentados con micrófonos, con objetos que van a hacer ruidos, con instrumentos convencionales y no convencionales… la esencia es la escucha”, detalla la entrevistada. Esa descripción condensa el corazón del proyecto: devolverle protagonismo al oído y al sonido como vehículo de emoción.

El vínculo entre lenguajes —poesía, títere, teatro, música— aparece constantemente en su discurso. “La idea es articularlos. Por ejemplo, mi video-poema tiene algo de eso: no es que el poeta graba y el cineasta traduce, sino que arman otro objeto a partir del poema y lo visual”, explica, definiendo su forma de creación: colaborativa, abierta y horizontal.

Su acercamiento al arte radiofónico también surge de esa búsqueda por expandir la palabra. “El radioteatro tiene que ver con esto de la poesía expandida. Trabajar la voz, entrar en contacto con un arte radiofónico me interesó. Escribí el año pasado un texto radioteatral, lo grabamos y no salió todavía, pensándolo como una pista para Spotify o YouTube”, cuenta Padín.

En su escritura, Padín entrelaza lo íntimo y lo social, el mundo afectivo con la mirada crítica. “El radioteatro que escribí es la historia de un niño que pierde un gatito, que después lo recupera... hay una sincronía con algo mágico entre una calesita espacial, el calesitero y con una sortija”, cuenta, evocando a la ternura en esa atmósfera de infancia y fantasía. Pero en otras obras, como Ninyera, la poesía cede lugar a la denuncia: “Es una comedia, pero tiene que ver con una parodia social, con una mirada crítica de lo que pasa”.

Ese tono crítico no es ajeno a su historia personal: “Muchos de mis poemas y video-poemas tienen que ver con poner en circulación esto de la resistencia… aunque en otros trabajos aparecen otras cosas, más personales, pero sigue siendo una preocupación”, explica.

Respecto a la escena artística e independiente de Neuquén, la entrevistada nos cuenta que, si bien “la pandemia frenó todo, ahora volvió: hay poesía todos los fines de semana, ferias, editoriales independientes, ciclos de títeres y objetos, como Simulacro de Luna, que se hace en El Arrimadero. Hay un circuito en el Alto Valle y la Patagonia que está vivo”.

Esa vocación por unir arte, comunidad y docencia atraviesa su mirada hacia el futuro. “Siempre hay algo para hacer, para escribir, para compartir”, dice. Su próximo trabajo parte de una idea simple: “Con una compañera, que es observadora de aves, empecé a escribir sobre eso. Tal vez sea algo de poesía sonora, es lo que se viene”, anticipa.

Así, Verónica Padín continúa una línea que viene desde lejos: la de aquellos que hicieron del sonido una forma de narrar el mundo. Retoma la tradición del teatro popular y del radioteatro para hacerlos dialogar con su poesía expandida. Su trabajo es una invitación a volver a escuchar, a recuperar el poder del sonido y la palabra como lenguajes esenciales. Porque, como ella misma dice, “el arte también es una forma de resistencia”.

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