Perfiles Urbanos
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VIDEO | Fredy Aguilera, testigo y protagonista del desarrollo barrial

Fredy Aguilera, neuquino de pura cepa, nacido en Chos Malal y criado en el barrio Villa María de la capital en los años 60.
Aguilera fue camarógrafo histórico de Canal 7 de Neuquén, siempre ligado al canal televisivo más importante de la provincia.

Como cada 29 de octubre, se cumplen 109 años del descubrimiento del primer pozo petrolero en Neuquén, del “oro negro” bajo nuestros pies. Aunque los primeros pozos se perforaron ya en 1916, el verdadero impacto del petróleo recién se sentiría varias décadas más tarde, y mucho antes de eso hubo varios hitos que impulsaron la explosión demográfica y urbanística que hoy define a la ciudad.

Neuquén, en los años sesenta, era una joven promesa en medio del viento y la barda. La puerta de entrada a la Patagonia, con su tierra arcillosa que el aire levantaba como una cortina sobre el río Limay. Entre chacras y canales de riego, la vida se abría paso en un clima semidesértico, entre la sequedad del suelo y el verde que resistía gracias al agua del río.

En el censo de 1960, la ciudad de Neuquén apenas contaba con 15.800 habitantes. Diez años más tarde, la población había crecido más de un treinta por ciento, y el impulso de obras como la represa de El Chocón y la llegada de nuevos pobladores comenzaba a transformar la fisonomía del territorio.

Y quizás aquella central hidroeléctrica en El Chocón marcó un quiebre en la historia provincial, otorgándole un verdadero impulso. Así lo ve Fredy Aguilera, neuquino de pura cepa, nacido en Chos Malal y criado en el barrio Villa María de la capital en los años 60, cuando Neuquén todavía era un territorio de oportunidades latentes, con un futuro apenas vislumbrado.

“El gran golpe que da Neuquén es la hidroeléctrica de El Chocón”, recuerda Aguilera, al destacar cómo esta obra no solo generó y abasteció de energía a gran parte del conurbano bonaerense, sino que también impulsó un profundo cambio económico y social que transformó la vida de nuestra provincia. Según él, fue entonces cuando Neuquén comenzó a crecer: se construían casas, había trabajo y llegaban familias de todo el país y del extranjero —italianos, chilenos, bolivianos y hasta alemanes— que aportaban su mano de obra y su cultura.

Aguilera recuerda aquellos años con mucha nostalgia. La infancia en Villa María, las tardes jugando en las calles de tierra, la cercanía con el río Limay, el viento que levantaba la arcilla del suelo y mezclaba risas con polvo. La vida barrial era un aprendizaje constante, donde los juegos se combinaban con la solidaridad y la curiosidad por todo lo que ocurría alrededor.

“Teníamos 14 o 15 años cuando empezamos a participar en un grupo juvenil de la iglesia católica, y después nos fuimos involucrando en la militancia social”, recuerda Aguilera, evocando la figura inspiradora del obispo Jaime de Nevares, referente de la corriente eclesiástica tercermundista. Aquellas primeras experiencias, cuenta, sentaron las bases de un camino que lo acompañaría toda la vida: el trabajo comunitario, la organización barrial y la convicción de que el cambio empieza desde el vecino. Hoy, ese recorrido lo distingue como el vecinalista más antiguo y de mayor trayectoria de Neuquén.

Villa María, según él, no era solo un barrio: era un espacio de encuentro y formación. Deportes, actividades culturales y la iglesia funcionaban como centros de aprendizaje y organización. A Aguilera le llamó especialmente la atención la parte administrativa de las comisiones barriales y de fomento; allí comenzó a involucrarse activamente, aprendiendo a manejar la papelería, organizar reuniones y acompañar la vida comunitaria. Su desarrollo como presidente de una Comisión Vecinal, sin embargo, se consolidó décadas más tarde en el barrio Huilliches.

Su recorrido vecinal comenzó en el barrio El Progreso y, tras su fragmentación, asumió en 1997 la presidencia del recién creado barrio Huilliches, acompañando su desarrollo urbano y social. Su experiencia le permitió enfrentar desafíos complejos: desde la organización de terrenos y servicios básicos hasta la preservación de la identidad barrial en medio del crecimiento de la ciudad.

Como ya se mencionó, su trayectoria lo llevó a ser reconocido como el vecinalista más antiguo de Neuquén, un honor que recibió durante un congreso de delegados de todo el país y de países vecinos, realizado en octubre en el Museo Nacional de Bellas Artes. “El legendario”, lo apodaron, en reconocimiento a sus casi cuatro décadas de compromiso y participación en la formación de comisiones vecinales desde 1986.

Además de su labor vecinal, Aguilera fue camarógrafo histórico de Canal 7 de Neuquén, siempre ligado al canal televisivo más importante de la provincia. Su experiencia frente a la cámara le permitió documentar la vida de la ciudad y mantener un vínculo cercano con la comunidad desde otra mirada, la de quien registra y cuenta la historia mientras sucede.

Hoy, a sus 68 años, Aguilera continúa trabajando por la comunidad. Impulsa la creación del Centro Cultural Huilliches, con el objetivo de sumar una biblioteca y talleres de herrería artística donde los jóvenes puedan aprender a soldar y diseñar muebles innovadores. Su mirada sigue puesta en el futuro: formar nuevas generaciones comprometidas con su barrio y con la ciudad, fomentando la participación y la solidaridad.

“Se tiene que plegar a la gente a trabajar en pos de una ciudad mejor, de una calidad de vida mejor. Pero hace falta mucha más gente”, reflexiona Aguilera, destacando que los jóvenes de hoy no siempre se sienten motivados a involucrarse en la vida comunitaria.

“En los años 70, 80 y hasta los 90, nos sobraba la gente para participar. Ahora, la tecnología por ahí les ha hecho bien y les ha hecho mal (a los jóvenes). Han perdido la pasión por preguntar cómo se hacen las cosas y se han desinformado. No son pasionales con lo que los rodea”, advierte Fredy, señalando que hace falta transmitir a las nuevas generaciones la importancia de la militancia social y del compromiso barrial.

Mientras recorre las calles que lo vieron crecer, Fredy revive las tardes de su infancia en Villa María: las risas en las calles de tierra, las horas junto a las orillas del Limay y las escapadas por la barda.

Hoy sueña con dejar en Huilliches un legado tangible: un barrio y un centro cultural que reflejen esfuerzo, identidad y compromiso. Su historia, como la de Neuquén, es la de una transformación constante: de un territorio de oportunidades latentes a una ciudad que creció gracias al trabajo y la energía de su gente, y que sigue construyéndose con quienes se animan a involucrarse.

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