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Re pesados los troskos

Otra vez los ceramistas sobre la Ruta 7

Los “obreros” ceramistas pasan más tiempo a la vera de la Ruta 7, que en la fábrica.
Fuerte despliegue de seguridad para garantizar la “panfleteada” de los ceramistas: eran cinco.

Este lunes, amaneció con los obreros ceramistas de Zanón y Cerámica Neuquén volviendo a desplegarse sobre la Ruta Provincial 7, arteria clave para la conectividad entre la capital neuquina y Vaca Muerta. Esta vez, fue con una “volanteada informativa”, pero el trasfondo es el mismo de siempre: pedir más plata al Estado para mantener a flote un proyecto que, desde hace años, hace agua por todos lados.

El reclamo —repetido, desgastado y cada vez más desconectado de la realidad neuquina— exige al gobierno provincial que reconecte el gas y la electricidad en sus plantas, a pesar de que esas mismas instalaciones llevan años operando con números en rojo y una eficiencia más que cuestionable. En lugar de un plan de producción realista o alguna mínima autocrítica, lo único que ofrecen es un repertorio de panfletos, slogans de barricada y amenazas veladas de “nacionalizar la lucha”.

El gobierno de Rolando Figueroa, que ya dejó en claro que no seguirá financiando estructuras inviables, enfrenta el enésimo pedido de plata de los obreros ceramistas. Entre 2021 y 2024, estas cooperativas recibieron más de 470 millones de pesos actualizados en aportes estatales, entre compras directas de productos y asistencia para pagar servicios básicos como luz y gas. Nada alcanzó.

La gestión obrera, romantizada por sectores de la izquierda desde 2001, sólo dejó como saldo fábricas envejecidas, deudas millonarias y productos con escasa demanda. La electricidad en Cerámica Neuquén sigue cortada por falta de pago, al igual que el gas en ambas plantas, mientras que la empresa Camuzzi espera desde hace meses un plan de regularización que nunca llegó.

¿El resultado? Nuevas protestas, nuevos bloqueos y la eterna exigencia de que sea el Estado —o sea, todos los neuquinos— quien se haga cargo de una gestión claramente deficitaria.

Lejos de tratarse solo de una cooperativa productiva, las fábricas recuperadas hace años se convirtieron en una plataforma política para dirigentes de izquierda. De las asambleas surgieron figuras como Raúl Godoy y Andrés Blanco (PTS), que luego usaron esa exposición para colarse en la Legislatura provincial. Lo mismo ocurrió con Angélica Lagunas, surgida del gremio docente ATEN.

Detrás de los discursos de lucha obrera, se esconde una estrategia clara: usar el conflicto como pantalla para escalar políticamente, aunque el costo lo pague el resto de la sociedad. El corte de ruta, ya desgastado, es solo una herramienta más de una agenda que cada vez menos neuquinos están dispuestos a acompañar.

Desde el Sindicato Ceramista denuncian que el gobierno hace “campaña de desprestigio” al señalar que los trabajadores “viven de subsidios y no quieren trabajar”. Y sí, porque los números hablan solos: décadas de aportes estatales, sin resultados visibles ni mejoras estructurales.

La excusa de que “nada fue subsidio sino compras del Estado” tampoco resiste el análisis. Si el único comprador relevante es el gobierno, y el producto no se vende en el mercado abierto, no hay actividad económica real. Solo una simulación costosa y con fines ideológicos.

Lo cierto es que los ceramistas ya no tienen el respaldo social que supieron tener en otros tiempos. El corte de ruta como forma de presión perdió efectividad, y los automovilistas —hartos de los piquetes— ya no ven a los manifestantes como trabajadores en lucha, sino como una molestia que interrumpe la vida cotidiana.

La Ruta 7 es clave para la actividad petrolera y la conexión entre Neuquén y Vaca Muerta. No es un escenario para el panfleto ideológico ni para revivir consignas setentistas. La provincia cambió y los ceramistas, encerrados en su vetusta burbuja ideológica, parecen no haberse enterado.

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