Panorama Político de Neuquén
El escenario

El PJ de Martínez se viene abajo: maniobras truchas, escándalos internos y una posible intervención nacional

Perdió poder interno, perdió respaldo legal y perdió, sobre todo, la confianza de quienes alguna vez lo acompañaron. (Dibujo: NOVA)

La decadencia del PJ neuquino ya no puede disimularse. Tras años de desidia, maniobras oscuras y roscas de café frío, el partido fundado para representar a los trabajadores atraviesa su peor momento histórico en la provincia.

A la cabeza del naufragio está Darío Martínez, una figura tan opaca como desgastada, que ha terminado de dinamitar lo poco que quedaba de estructura en el peronismo provincial. Detrás, como siempre, asoma la larga sombra del senador Oscar Parrilli, quien ya estaría moviendo los hilos en Buenos Aires para forzar una intervención que termine por vaciar de contenido y decisión local al partido.

El escándalo del Congreso de Zapala fue solo el corolario de una crisis que venía en aumento. Lo que debía ser una instancia de debate político maduro terminó en gritos, forcejeos y acusaciones cruzadas, con un PJ fragmentado entre los leales a Martínez, los operadores de Parrilli y los sectores que reclaman una renovación real. La imagen fue patética: una asamblea donde se votaban balances contables y se repartían culpas mientras el país se prende fuego y el Gobierno de Javier Milei arrasa con derechos.

Pero Martínez tenía un plan. A espaldas de la militancia y con una interpretación cuanto menos forzada de la carta orgánica, logró imponer —con el apoyo de apenas 57 congresales sobre un total de 78— una prórroga de mandatos hasta marzo de 2026.

El objetivo era claro: estirar los plazos, evitar una interna que lo deje fuera de juego y construir un frente electoral a su medida. Todo esto con la bendición de Parrilli, su mentor político, y el guiño implícito de Cristina Kirchner, quien sigue manejando los hilos del PJ nacional desde las sombras.

Hasta aquí todo desprolijo, pero encaminado. Sin embargo, el castillo de naipes se vino abajo esta semana. Con un plot twist de traición y venganza sacado de un thriller político, la Justicia Federal le puso un freno a la maniobra y ordenó elecciones internas en un plazo de cinco días (con vencimiento este domingo primero).

El fallo de la jueza Carolina Pandolfi que calificó de “ilegal” la prórroga de mandatos y dejó en evidencia el nivel de deterioro institucional que sufre el partido, sorprendió a casi todos. Fuentes cercanas al PJ, deslizaron que la jueza Pandolfi y Parrilli tendrían una larga e íntima relación de amistad, lo que dio lugar a la sospecha de que los plazos tan ajustados para llamar a las elecciones escondían una maniobra perfectamente planeada: forzar a una intervención del partido desde Buenos Aires, en donde el actual senador peronista sería el designado por Cristina Fernández para ocupar el cargo de interventor.

“El PJ neuquino se convirtió en una cáscara vacía”, aseguran incluso dentro del mismo peronismo. Una estructura acartonada, sin militancia activa, sin presencia en el territorio y, ahora, también sin legalidad. En medio del escándalo, muchos referentes decidieron romper el silencio. La diputada nacional Tanya Bertoldi fue contundente: “Basta de jugadas truchas, queremos hacer justicia social desde el poder, no desde el escritorio de un partido intervenido por la rosca”. También criticó con dureza la “mirada porteña” que intentan imponer desde Buenos Aires y advirtió sobre la posibilidad de una intervención nacional que termine de vaciar el PJ de contenido neuquino.

Todas las miradas apuntan al senador Oscar Parrilli. Viejo zorro de la política, ex jefe de espías, ex secretario general de la Presidencia y rector del Instituto Patria, Parrilli ha demostrado una y otra vez su capacidad para operar en las sombras. Los rumores indican que estaría dispuesto a embarrar la cancha lo suficiente como para provocar una intervención nacional “técnicamente justificada”. El objetivo: recuperar el control del sello PJ y asegurar lugares en las listas de octubre, sin pasar por el incómodo trámite de una interna.

De hecho, durante la semana estuvieron circulando mensajes de whatsapp entre los congresales del partido en donde el propio Parrilli acusa a Martinez, Bertoldi y Zúñiga por dejar vencer los plazos para las elecciones internas. En respuesta, el PJ ensayó un comunicado que no dejó muchas explicaciones y que no leyó casi nadie. Allí, insisten en validar el congreso de Zapala y las decisiones que allí se tomaron.

Pero el problema de fondo no es solo jurídico ni institucional. Es político. Es de legitimidad. Martínez está derrotado. Lo sabe él, lo saben sus aliados y lo siente la militancia, cada vez más desencantada. Su intento de perpetuarse en el cargo fracasó estrepitosamente. Perdió poder interno, perdió respaldo legal y perdió, sobre todo, la confianza de quienes alguna vez lo acompañaron. Las críticas ya no vienen solo del sector opositor, sino de antiguos aliados que hoy le piden que dé un paso al costado.

El PJ neuquino es hoy un barco a la deriva, sin timón, sin norte y con un capitán que insiste en mantenerse a flote entre los escombros. Las peleas internas, las operaciones truchas y la falta de autocrítica lo alejaron de la sociedad neuquina, que reclama un peronismo con propuestas reales y capacidad de gestión. En ese contexto, la intervención que se cocina en Buenos Aires no sería una solución, sino la lápida sobre una estructura que se negó a renovarse y terminó devorada por sus propias miserias.

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