Política
Del poder total a la irrelevancia absoluta

El MPN cumple 64 años y se apaga en silencio

Omar Gutiérrez y la cúpula del MPN, inmóviles ante la debacle partidaria.
Puertas cerradas y silencio adentro: así transcurre el 64º aniversario del partido que supo moldear la identidad neuquina.

Mientras los viejos militantes del Movimiento Popular Neuquino (MPN) reparten saludos nostálgicos por WhatsApp, el partido que gobernó la provincia durante más de 60 años transita su aniversario número 64 en medio de su peor crisis histórica. Sin liderazgo, sin estrategia electoral y con su personería jurídica en la cuerda floja, el MPN hoy no celebra: agoniza.

La fecha debería haber sido una fiesta partidaria, una jornada de reafirmación identitaria. Pero, en cambio, es una postal del ocaso. El otrora invencible partido provincial ni siquiera puede garantizar su participación en las elecciones legislativas nacionales del próximo 26 de octubre. La jueza federal Carolina Pandolfi les dio plazo hasta esta semana para presentar un reglamento electoral que garantice transparencia y participación de minorías, un requisito indispensable tras la eliminación de las PASO. Nada indica que el MPN vaya a cumplir. Nada indica, siquiera, que vaya a intentarlo.

La Junta de Gobierno, encabezada por el exgobernador Omar Gutiérrez, y la Convención Partidaria, a cargo de Jorge Sapag, optaron por un silencio sepulcral. No hay declaraciones, no hay reuniones, no hay definiciones. El partido está paralizado. La militancia de base, mientras tanto, arde en grupos de chat, exigiendo respuestas que nunca llegan. Lo que sí llegó fue el desconcierto.

La descomposición interna se refleja en la pérdida total de iniciativa. Desde que Rolando Figueroa ganó la gobernación en 2023 con el Frente Neuquinizate, el MPN quedó descabezado y vaciado. Intendentes, diputados y cuadros medios migraron en masa hacia el nuevo oficialismo, dejando al partido madre reducido a una cáscara vacía. Ya ni siquiera son oposición: son un fantasma institucional.

La línea interna MAPO (Movimiento de Acción Política) emitió un tímido comunicado con aires de autocrítica. Reconocieron que la derrota electoral de 2023 fue un “llamado de atención” y llamaron a una “profunda reflexión”. Pero lo cierto es que el tiempo para reflexionar se agotó. Hoy, el partido no tiene candidatos, no tiene reglamento y, sobre todo, no tiene conducción.

Y es imposible analizar esta debacle sin señalar con nombre y apellido a uno de sus principales responsables: Omar Gutiérrez. El último gobernador del MPN, y actual presidente partidario, condujo al partido hacia el naufragio. Su gestión gris, marcada por el clientelismo y la falta de renovación, sepultó el vínculo con las nuevas generaciones. En lugar de liderar un proceso de transformación interna, Gutiérrez eligió aferrarse al poder partidario mientras el poder real se le escapaba entre los dedos.

Jorge Sapag, por su parte, juega al misterio desde su rol de “padre político”. Su figura, que alguna vez infundió respeto y estrategia, hoy aparece desdibujada, incapaz de ordenar el caos que ayudó a crear. Entre ambos, mantienen secuestradas las estructuras partidarias sin ofrecer ni autocrítica ni salida.

La ciudadanía neuquina, harta de las mismas caras y las mismas fórmulas, optó por un cambio. Y lo hizo con contundencia. En las legislativas de 2023, el MPN cosechó apenas 36.649 votos, un papelón histórico que lo dejó sin bancas. Hoy, si no se presenta en octubre, podría perder su personería. Y si no lo hace ahora, deberá competir sí o sí en 2027, en el agitado escenario de elecciones presidenciales.

El contexto político provincial no ayuda. El PJ neuquino atraviesa su propio infierno interno, con congresos anulados por la Justicia y disputas de legalidad que lo dejan al borde de la fractura total. Y los libertarios, entre padrones con muertos y fichas truchas, parecen más interesados en burlar las reglas que en cumplirlas. Frente a ese panorama, el Frente Neuquinizate se consolida como la única fuerza con rumbo.

El 64º aniversario del MPN debería ser una celebración. En cambio, es un velorio. Un partido que construyó el Estado neuquino, que diseñó la matriz energética provincial y que supo dar identidad a una provincia joven, hoy se disuelve entre la indiferencia y la falta de respuestas.

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