De la ciudad al aula rural: "Tatú" Perié y la educación en el norte neuquino






Carlos Omar Perié, conocido en su comunidad como “Maestro Tatú”, lleva más de dos décadas dedicado a la docencia en el norte neuquino.
Desde su llegada en 2003, cuando apenas conocía hasta Zapala, decidió apostar por la educación rural, un desafío con poco reconocimiento y varias carencias.
“Una sorpresa porque a mí me llaman solo por 10 días, y yo digo, bueno, voy a
probar, y si me gusta, me quedo. Y esos 10 días se transformaron en 22 años”, comenta en diálogo con NOVA.
Y quizás sorpresivamente, sin quererlo, nació una historia de pasión y lucha por la docencia en la escuela rural en conjunto con la comunidad.
Originario de Senillosa, cerca de Neuquén capital, estudió en el Instituto Nº 5, Carlos Fuentealba (aún sin ese nombre en aquel entonces), en la localidad de Plottier, y se formó, durante cuatro años, como docente antes de emprender su camino hacia la ruralidad.
Hoy trabaja como director en la Escuela 47 de Cayanta, donde enfrenta realidades
que muchas veces pasan desapercibidas.
“Nuestra escuela rural no tiene un playón deportivo y la escuela tiene 107 años, es decir, se naturalizó que nuestras infancias no tuvieran lugares apropiados para la educación física y el deporte”, advierte el entrevistado.
Durante la pandemia, la ausencia de servicios básicos como internet complicó aún
más la educación: “En el 2020, hicimos una denuncia desde la Escuela 47 porque
no teníamos internet y no nos dejaban ir a las casas para llevar la actividad escolar
de los pibes”.
Tras esa presentación en la Defensoría y Fiscalía de Menores y la Familia en Chos Malal, se logró la instalación de internet no solo en la institución, sino en todo el pueblo.
Pero la preocupación de Tatú va más allá del aula y de la educación formal.
En sus recorridos casa por casa, también llevó adelante campañas de alfabetización para adultos, como a porteros, abuelos y abuelas que no sabían leer ni escribir.
“Cuando tomé la dirección de la Escuela 47, un auxiliar me contó que no sabía leer
ni escribir. Entonces me ofrecí a ayudarle en su proceso, y después se sumaron
otras abuelas de la comunidad. Iba rancho por rancho porque no estaban permitidas las reuniones colectivas por la pandemia”, recuerda el docente.
Su vínculo con las comunidades mapuches es estrecho y lleno de respeto: “Siempre me sentí identificado con gran parte de la cosmovisión mapuche, el respeto y la valoración a la madre tierra, la relación con el equilibrio y el pensamiento natural que tienen”, afirmó ante este medio.
Sobre los conflictos sociales en la región, Tatú habla con voz crítica y firme: “En Villa del Nahueve hicieron una cancha muy bonita con iluminación y todo, pero no
tenemos gas natural ni una planta de agua potable. Es como regalarle un celular de último modelo a un niño que no tiene zapatillas”, comparó.
En esta línea, respecto a la represa que se construyó “sin consulta popular” en Villa
del Nahueve, que generó una resistencia pacífica, pero que culminó con represión
policial en 2022, rememora: “No cortamos la ruta ni nada, y vinieron 60 policías
como si fuéramos un peligro. Nos reprimieron y nos metieron presos casi un día.
Nos quisieron hacer una causa, pero salimos todos inocentes porque no había
prueba de ningún delito”.
"Primero, fue una obra inconsulta, es decir, no le preguntaron al pueblo qué quería
y, segundo, el pueblo no tiene ningún beneficio, ni luz, ni ningún otro, digamos, es
decir, es una represa para abastecer al sistema judicial de Chos Malal”, explica Perié, pero advierte que en Villa del Nahueve y Cayanta no tienen planta de agua potable: “Todos vamos de la red que sale del río y, bueno, con filtros y cloración, pero no es lo mismo que una planta de agua potable”.
Por otra parte, Tatú tiene un pasado activo en el sindicato docente, siendo secretario general en el departamento de Minas entre 2007 y 2010, donde vivió momentos difíciles como el asesinato de Carlos Fuentealba, en abril de 2007.
“El sindicato me dejó conocer la provincia, muchas escuelas y la capacidad de argumentar en asambleas, que hoy lamentablemente no están”, reflexiona.
En relación con la pedagogía en la ruralidad, el entrevistado afirma que quiere
construir “dos pilares grandes que son la ternura y la valentía. La ternura de
aprender de todos y de todo, y la valentía para comprender que no vemos las cosas como son, sino como somos nosotros”, afirma.
Durante estos años, algunos viajes con los chicos han dejado huellas imborrables.
“Fuimos a Buenos Aires, vimos a la Selección Argentina, conocimos el mar”, cuenta
Tatú, destacando las experiencias que marcaron a la escuela y a sus estudiantes.
En una emotiva anécdota, recuerda a un niño que aprendió a leer y escribir en
quinto grado recién, en forma tardía, en uno de los tantos viajes describió al mar
como “lo que no se termina nunca”, un contraste con el paisaje montañoso al que
están acostumbrados en el norte.
En este sentido, para Tatú, la escuela rural es mucho más que un espacio educativo: “Es un refugio, un espacio público fundamental en la ruralidad. Yo aprendo más de lo que enseño, tanto con las infancias como con las abuelas”, añade.
Este maestro, más conocido por todos como Tatú en su comunidad, representa la lucha silenciosa por una educación justa y digna para el norte neuquino, con una mirada profundamente humana, colectiva y comprometida con la realidad de su pueblo.
“Lo que nosotros buscamos en la escuela, es decir, que los bienes sean comunes para el pueblo. Queremos una escuela en el pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Con todas las contradicciones que eso conlleva”, concluyó.