Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

"Cuca" Aila y el fútbol que transformó el Oeste: "El deporte es la excusa para cambiar vidas"

Un grande "Cuca".
Con sus trofeos.
El fútbol es su verdadera pasión de vida.
Busca transformar el Oeste.
Uno de los tantos partidos.

En el corazón del oeste neuquino, donde las esquinas solían ser sinónimo de marginación, nació un sueño que cambió la vida de miles de jóvenes. Ariel Aila, conocido como “Cuca”, decidió hace veinte años que el fútbol podía ser mucho más que un deporte: una herramienta para la inclusión, la esperanza y la reconstrucción social.

“Recuerdo los años 2004 y 2005, cuando los jóvenes no tenían alternativas. La calle era la esquina y la esquina era peligro. Nos llamaban ‘los de la esquina’ con desprecio” cuenta Cuca a NOVA, quien decidió que era momento de cambiar esa mirada.

Lo que comenzó como una iniciativa informal para convocar a jóvenes de barrios enfrentados y separados por broncas sinsentido, rápidamente se convirtió en un movimiento que rompió barreras y abrió caminos. Usaron el fútbol como excusa para unir, para enseñar normas de convivencia, respeto y valores humanos.

“Arrancamos con 15, 30 jóvenes... hoy somos cerca de mil entre niños, adolescentes y adultos” detalla Cuca, orgulloso del crecimiento que tuvo el proyecto. Ese crecimiento fue posible, en gran parte, gracias a la creación de torneos emblemáticos como la Copa Libertadores o la Champions League del Oeste, un evento que se transformó en un símbolo de motivación y lucha contra la droga, la violencia y el alcohol, según detalló el entrevistado.

“No queríamos solo un torneo. Queríamos que esos días y noches fueran un respiro, un lugar donde limpiarse de malos hábitos y encontrar un nuevo camino,” explica. Para lograrlo, buscaron el apoyo de jóvenes y familias de la comunidad para llevar adelante la Libertadores y hasta la Champions League del Oeste, con sus propias reglas y sin tolerancia para la violencia.

Pero la apuesta social no se quedó en la cancha. En 2005 nació el comedor nocturno, una respuesta a la realidad que muchos de ellos vivieron en carne propia.

“Nosotros mismos a veces nos íbamos a dormir con el estómago vacío. Por eso el comedor fue un lugar sagrado,” relata Cuca.

El comedor fue creciendo y hoy funciona de día, entregando 200 viandas diarias, ofreciendo no solo alimento sino también un espacio de contención para familias enteras. Allí se celebran momentos especiales: pascuas, asados de fin de año, actividades culturales y charlas que refuerzan la convivencia.

Con el paso de los años, el proyecto se profesionalizó, pudiendo incluir la ayuda de psicólogos, asistentes sociales y operadores, para atender de manera integral a los jóvenes. “Antes solo teníamos el fútbol o el boxeo, pero no sabíamos cómo ayudar si no querían venir. Hoy traen a sus hijos aunque no quieran hacer deporte, porque saben que hay profesionales para acompañarlos”, cuenta Cuca.

“Hay muchos chicos perdidos, muchos en situación de calle. Nosotros no damos abasto, pero seguimos insistiendo porque sabemos que el deporte puede ser una herramienta de vida”, agrega Aila a su relato sobre la cotidianeidad en los barrios. El predio en Avenida Novela, entre Necochea y Néstor Barros, donde entrenan y juegan cientos de chicos, es fruto de años de trabajo, sueños y perseverancia. La cancha sintética, los vestuarios en construcción y las futuras tribunas son símbolos de esa esperanza que se construye ladrillo a ladrillo.

Cuca recuerda con emoción historias que lo marcaron. Como la de Pablito, un chico que “consumía Poxyran” y que, gracias al fútbol, encontró un lugar donde sentirse valorado, donde fue el número 10 y el referente que todos esperaban. Historias como esa son el alma de su organización llamada “Un Día Diferente”, aseguró. La transformación no solo impactó a los jóvenes, sino también a Cuca mismo.

“Estar del otro lado me hizo entender el valor de la familia, de la comunidad. Saber que con solo una palabra o una oreja prestada podés cambiar un destino es algo que no tiene precio”, explicó a este medio.

Hoy, las finales de sus torneos reúnen a más de 1.200 personas, familias que antes no se acercaban y que hoy son parte fundamental del proyecto. La competencia sana, la alegría, el respeto por las reglas y la no violencia son los pilares de esta gran familia.

El comedor y la ayuda social continúan siendo esenciales. Aunque ya no funciona de noche, mantiene la entrega diaria de viandas y mercadería para familias que dependen de ese apoyo para sobrevivir. “El comedor es el corazón, donde se encuentran los lazos humanos,” afirma Cuca.

Pero el futuro aún es incierto. La burocracia y la falta de recursos ralentizan proyectos que parecen sencillos, como la construcción de tribunas, que aguardan un papel del municipio para empezar. Sin embargo, la paciencia y la esperanza no se pierden.

“Todo lo que tenemos lo construimos con sueños, con trabajo y con la fuerza de quienes creen en un futuro mejor,” dice Cuca, con la mirada fija en lo que vendrá. Además de la cancha y los torneos, hubo un momento clave que marcó un antes y un después en el proyecto: un viaje a Buenos Aires, a la ex ESMA, para participar en un encuentro nacional de organizaciones sociales. Allí, Cuca y su equipo lograron establecer vínculos fundamentales con otras iniciativas y recibieron apoyo del Estado nacional que les permitió dar un salto de calidad.

Gracias a ese aporte, pudieron contratar psicólogos, asistentes sociales y operadores, profesionales que hoy son el corazón del acompañamiento a los jóvenes. “Antes solo podíamos ofrecer la cancha o el comedor, pero si un chico no quería hacer deporte, era difícil llegar a él. Hoy, aunque no quieran jugar, saben que acá tienen ayuda, que alguien los escucha y los acompaña,” explica Cuca con orgullo.

Este equipo interdisciplinario no solo trabaja en la prevención de adicciones, sino también en la contención emocional, en la orientación para el desarrollo personal y en la búsqueda de soluciones para las problemáticas familiares que enfrentan muchos chicos. Así, “Un Día Diferente” dejó de ser solo un proyecto deportivo para convertirse en una red de apoyo integral.

“El deporte sigue siendo la excusa, pero el verdadero trabajo está en lo humano, en darle herramientas a cada joven para que pueda construir un proyecto de vida distinto. Eso lo logramos con la ayuda profesional y el compromiso de toda la comunidad,” dice Cuca, consciente de que esta combinación es la que sostiene la esperanza en el oeste de Neuquén.

Este logro no solo les permitió atender mejor a quienes ya estaban en situación de riesgo, sino también abrir puertas para que muchos otros jóvenes nunca lleguen a caer en la calle, en la droga o en la violencia. “La lucha continúa, pero con trabajo constante y la unión de todos podemos transformar más vidas,” concluye, con la convicción de quien sabe que el camino es largo pero vale cada paso.

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