Bardo, el graffitero neuquino que oscila entre el hiperrealismo y lo onírico





El arte urbano tiene una voz propia en las calles de Neuquén, y una de las más vibrantes es la de Juan Carlos Pereyra, conocido como JCP Bardo. Con aerosoles en mano y una visión que transforma los espacios olvidados en escenas llenas de color y magia, este artista ha convertido las paredes de la ciudad en su lienzo personal. Su trabajo, caracterizado por un realismo mágico que juega con la cotidianidad y la fantasía, lo ha llevado a ser reconocido no solo en la Patagonia, sino también en distintas partes del mundo.
Los inicios de un artista callejero
Nacido en 1990 en Suncho Corral, Santiago del Estero, Pereyra se mudó a Neuquén Capital con su familia cuando tenía ocho años. Desde temprana edad sintió una conexión con el dibujo, una pasión que, según él mismo recuerda, se gestó cuando apenas tenía cinco años. “Siempre supe que quería dibujar por el resto de mi vida”, confiesa.
Ese impulso lo llevó a explorar distintos soportes hasta que descubrió el graffiti. Lo que comenzó como una expresión juvenil pronto se convirtió en una forma de vida. Desde 2009, bajo el seudónimo de JCP Bardo, Pereyra empezó a intervenir paredes con una estética que se fue refinando con el tiempo. Su interés por los murales lo llevó a estudiar Diseño Gráfico en la Universidad Nacional de Río Negro y luego en la Universidad de Flores, en Cipolletti. Esta formación le brindó herramientas para potenciar su trabajo y le permitió profesionalizar su arte.
Para Bardo, el graffiti es una manera de resignificar espacios. “Me gusta pintar lugares que están abandonados o no tienen la atención necesaria, cambiarlos”, explica. Su obra se caracteriza por personajes realistas con un toque de surrealismo, escenas urbanas que se mezclan con lo onírico y el simbolismo. Su objetivo no es solo embellecer, sino también provocar una reacción en quienes observan sus murales.
Neuquén ha sido su base de operaciones, pero su arte ha trascendido las fronteras provinciales y nacionales. Sus obras pueden encontrarse en Buenos Aires, en provincias del norte argentino, en Chile y en España, donde ha intervenido paredes en ciudades como Barcelona, Valencia y Madrid. Este verano estuvo desarrollando su arte en las playas de Brasil.
A pesar de su crecimiento, Bardo mantiene un ritmo de producción constante. “Pinto al menos dos obras por semana”, cuenta. Su trabajo es efímero por naturaleza; las inclemencias climáticas y la propia dinámica de la ciudad pueden borrar sus murales, pero él lo asume con naturalidad. “Uno lo entrega a la ciudad y después el tiempo decide qué hacer con la obra”, dice.
Trazur: documentar el graffiti patagónico
En 2014, Pereyra llevó su pasión un paso más allá y fundó la revista digital Trazur, cuyo nombre nace de la combinación de “trazo” y “sur”. Su objetivo inicial era registrar y dar visibilidad a la escena del graffiti en la Patagonia, un arte que por su propia naturaleza es fugaz y muchas veces ignorado por los circuitos culturales tradicionales. “Con el tiempo llegué a diseñar nueve números, que han tenido alrededor de 350.000 lectores”, explica con orgullo.
El proyecto se expandió más allá de la revista y derivó en la formación del Trazur Team, un colectivo de artistas urbanos de Neuquén, Cutral-Có y Comodoro Rivadavia que trabajan en conjunto en murales de gran formato. “Es una manera de unificar esfuerzos y potenciar el arte urbano en la región”, señala.
Si bien Bardo comenzó su carrera pintando de manera clandestina, con los años fue estableciendo vínculos con distintos espacios que han sabido valorar su trabajo. Muchos comercios, especialmente del rubro gastronómico, lo convocan para que sus murales cuenten historias dentro de sus locales.
Para él, esta apertura ha sido clave en la resignificación del graffiti en Neuquén. “Acá el crecimiento urbano es constante, siempre hay paredes nuevas. Pero también hay una mentalidad de comunidad, de conocernos entre todos, lo que ha permitido que el graffiti tenga un espacio propio sin ser criminalizado como en otros lugares”, reflexiona.
El futuro de Bardo
El arte de JCP Bardo sigue evolucionando. Recientemente, fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes para desarrollar un proyecto editorial. Con esta beca, planea escribir un libro que recopile sus experiencias y reflexiones sobre el arte urbano, una forma de dejar un testimonio que perdure más allá de las paredes que ha intervenido.
En cuanto a sus objetivos futuros, Bardo tiene claro que quiere seguir explorando. “Apunto a superficies más grandes, a poder viajar más pintando”, dice. También sueña con realizar obras en espacios públicos icónicos y con expandir el alcance de Trazur para que su impacto sea aún mayor.
Con su estilo inconfundible y su compromiso con el arte urbano, JCP Bardo sigue dejando su huella en Neuquén y más allá. Sus murales son testigos de una ciudad en constante transformación y, a la vez, elementos que invitan a detenerse, observar y soñar. Porque, como dice él mismo, las paredes también pueden hablar. Solo hay que saber escuchar.